Mi esposo Joe y yo estábamos en nuestro veintitantos con una hija de dos años y un hijo en camino. Mientras Joe participaba en un torneo de pesca, su ojo derecho empezó a nublarse y necesitaba atención médica. El diagnóstico fue un desgarre de retina. Fue tratado por un médico maravilloso y se sometió a muchas cirugías en dos años siguientes. Finalmente, su retina no pudo repararse y perdió la visión de un ojo.
Para agradecer al médico por sus atenciones, quise compartir algunos de nuestros pescados congelados. Tomé unos paquetes del congelador y los puse en una hielera. Más tarde algo me impulsó a poner otro paquete. Ese deseo continuó hasta que dije: Está bien, Señor, te escucho. Estos son tus peces que tuvimos la suerte de pescarlos. Si quieres que ponga todo el pescado, estaremos halagados. Después de empacar todo el pescado, me invadió una paz y supe que el Señor estaba complacido.
¿Cuántos peces serían suficiente? Según mis estándares. Algunos paquetes. Según los estándares de Dios, toda pesca. En todo lo que hacemos, con nuestras relaciones, el tiempo juntos en familia, los proyectos al servicio de nuestra comunidad y la iglesia, Dios nos pide que demos “toda la pesca”.
Oración: Dios generoso, gracias por seguir enseñándonos a dar como tú no has dado. En tu nombre oramos. Amen.
Sra. Sandy Hall (Misuri, EE. UU.)
Oremos: POR QUIENES HAN PERDIDO LA VISIÓN